.

No puedes imaginar cuanto te quiero, ahora los relojes pararán. acercándote a mi pelo, y tu mirada otra vez...

martes, 22 de junio de 2010

El día en el que Edgar se dio cuenta lo que era en realidad.

Fuego. Quemaba. Por dentro. Por fuera. Las llamas me envolvían el cuerpo, pero no me hacían daño. Habría gritado y pataleado, intentando romper el grueso cristal transparente que me impedía salir de allí. Como una jaula. Como si yo fuese un animal, un monstruo. Pero el humo me había inundado los pulmones y apenas podía respirar. Veía al pueblo fuera de este circulo caliente, miraban expectantes, esperando a que las llamas carbonizaran mi cuerpo, esperando que cayese muerto y rendido. Jamás comprenderían que eso era algo imposible, sí, el fuego ardía, sofocaba mi alma y mi corazón pero, yo ya sabía que todo dentro de mí estaba formado por el calor de las cenizas después de una hoguera. Que aunque me hubiesen arrojado al mismo infierno yo no habría perecido ante el ardor de las brasas. Vi a mis padres, lejos, sujetados por cuerpos fuertes para que no viniesen a rescatarme. Pensé en ellos, en su dolor al perder a Lilian, en su dolor al perderme a mí.
Pensé en ellos hasta que las llamas se unieron a mi cuerpo, convirtiéndonos en uno solo.


Y este es el principio de una gran historia que me he decidido a comenzar a escribir. Espero que os guste.

5 comentarios:

  1. Pues estoy deseando leerla, porque PEDAZO de comienzo...

    ResponderEliminar
  2. me ha recordado una serie de televisión que veía de muy pequeña, no recuerdo el título, pero la protagonista se llamaba Ayesha, y revivía con el fuego, creo, es que no me acuerdo muy bien :)) tiene muy buena pinta :))))

    ResponderEliminar
  3. me has dejado con ganas de leer más.
    creo que me va a encantar esta historia :)

    ResponderEliminar

Sí, será un día lluvioso y no hay nada que podamos hacer para cambiarlo. Podemos rezar para que salga el sol, pero eso no parará la lluvia. Puedo ser tu refugio hasta que termine, por favor no pares la lluvia. Déjala caer, déjala caer, déjala caer. Por favor, no pares la lluvia.